DESCUBRIMIENTO DEL VALOR DE LA PALABRA HECHA DISCURSO
Un día los clérigos intentaron
utilizar tácticas más sofisticadas para lograr que Alfonso y otro colega,
también irredento, - futuro médico vasco Julián Urcelay Ondona- se “encarrilaran”. Cuenta nuestro protagonista que el último año que ambos cursaron allí - 1962- "ya no nos confesábamos ni comulgábamos y, en las Fallas, les dijeron a nuestros compañeros del curso preuniversitario que, si conseguían de nostros cumplir los dos sacramentos el día de San José, nos dejarína la llave del Colegio y así poder voler el 19 de marzo, la cremá de las Fallas, la hora que quisiéramos. No lo hicimos y, sin embargo, nos dejaron los curas la llave"
Tampoco cambió aquel incidente otros aspectos: Alfonso continuó siendo seleccionado a fin de representar a la institución cuando se procuraba demostrar que los adoctrinados alumnos eran capaces de desempeñarse con fluidez ante los micrófonos de Radio Utiel o de participar como actor en obras de teatro en los actos de fin de curso en el teatro público de la localidad. Algo parecido sucedía si se trataba de publicar escritos en una revista escolar, Ecos de Nuestros Colegios que este internado valenciano publicaba conjuntamente con otro de la misma Orden situado en Tarancón (Cuenca).
Tan normales siguieron siendo las cosas que -cuando con motivo de la encíclica De Rerum Novarum de Juan XXIII, se estableció la participación de los fieles en la misa-, en 1962 los curas del Colegio le dijeron a Alfonso que diera la homilía dominical desde el púlpito de la iglesia del colegio, la más grande de Utiel, un domingo con el templo lleno en la misa mayor. Para Alfonso, al decir desde el púlpito “levantaos” o “sentaos” y apreciar que todos los fieles cumplían inmediatamente sus órdenes, significó descubrir el poder de la oratoria y del escenario.
Del hijo del comunicador de rayas y puntos surgió, en aquel momento, un brillante discursista para el futuro movimiento de defensa del ambiente.
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