UN CONTACTO DIRECTO Y TEMPRANO



Un día cualquiera, teniendo apenas tres años, se le pidió a Alfonso: “anda a despertar a tu papá”. ¿Quién sabe a qué hora se habría acostado la noche anterior este incansable trabajador?. Le tocó informar a la familia que el hombre dedicado a la comunicación universal aquella mañana ya no trasmitía nada más.

Un contacto tan temprano y directo con la muerte tal vez explique una parte de lo que hoy continúa siendo Alfonso: le interesa más la lucha ecológica-social que cuidar su propia salud.

Con este dato podemos armar otras partes del rompecabezas: la mamá tuvo que ser de aquí en adelante, madre y padre además de nuera. Tal vez del telegrafista a Alfonso, además del ya comentado talento matemático, le haya quedado su disciplina y voluntad contra viento y marea; también la capacidad de comunicar ideas, pero de la rama materna pareciera haber salido todo el resto del amigo sobre quien escribo estas notas.

Cuando la madre encaró cómo hacer para mantener a sus dos hijos y a su suegra sin haber trabajado formalmente hasta el momento (tal como lo dictaban las costumbres de la época), comprobó que el experto en código morse,  se había apuntado a la pensión más baja prevista en un avanzado sistema de previsión social establecido al crearse el nuevo Cuerpo de Telégrafos, antes de la guerra civil. De ahí en adelante la supervivencia familiar se basó en la habilidad extrema para aprovechar los recursos, no desperdiciar nada, valorar cada trozo de lo que en otras familias podían considerarse basura.

Mientras millones de españoles se regaban por el mundo, esta familia siguió viviendo en España… ¿o más bien resistiendo? La fe católica pudo ayudar a seguir adelante a la madre, esa iglesia que habla de votos de pobreza, de resignación, de sacrificio para poder ganarse el cielo eterno; pero Alfonso pareciera que aprendía una lección paralela.

Prever una pensión baja pudo haber partido de la convicción de que la muerte iba a ser algo lejano, dada su excelente salud habitual y no haber padecido enfermedades infantiles; razonando en cambio que trabajar mucho iba a sostener siempre a la familia. Una idea así no tiene nada de religiosa pero supone una fe increíble en la vida. Por esa fuerza es conocido nuestro personaje.

 Texto de Pablo Kaplún H., con añadidos a petición de Alfonso del Val

   Esta fue la nota N°3 sobre Infancia de Alfonso, continúa en Zapatos teñidos

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